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¿ES UN ERROR DENUNCIAR IRREGULARIDADES?



English version: Is it a mistake to whistleblow?

Un cliché dice que “no hay que matar al mensajero”,  hay que escuchar el mensaje.  Pero las personas involucradas en actos irregulares conocen perfectamente el mensaje, y el mensaje los compromete y no desean que sea conocido, por lo tanto su principal interés es desviar la atención y matar al mensajero.  Con eso esperan que nadie escuche el mensaje y su posición comprometida pase desapercibida.  En lo posible, enterrada para siempre.  
Para matar al mensajero, se han creado múltiples medios, desde enlodar su imagen o desprestigiarlo, hasta el tráfico de influencia para aislar y causar daño económico al mensajero.  La persona responsable de los actos irregulares evita abordar lo que realmente importa, el contenido de la denuncia, porque tendría que explicar sus acciones o sus omisiones.

La cultura alrededor de las “denuncias de irregularidades” varía en los distintos países y según los estratos sociales.  En muchas partes al denunciante, o “sapo” como se le denomina en el hampa chilena, se le considera un traidor de lealtades organizacionales o sociales, mientras que en otras se le considera un “héroe” o “santo” que sacrifica los beneficios de pertenecer a la manada, por defender un valor superior a esa lealtad mal entendida (la elección entre traicionar a una institución o traicionar su humanidad).
Es más, esta cultura de extremos, donde el denunciante es un héroe o un villano, es campo fértil para que los denunciados puedan atacar su integridad y responsabilidad ética, catalogándolo como una persona moral o sicológicamente perturbada, un loco, una persona conflictiva, un incompetente, una persona con motivos oscuros, o cualquier calificativo que pueda distraer del tema de fondo, y de esta forma, evitar que las personas se interesen en evaluar y reconocer la validez de lo denunciado.   Se centra la mirada en los motivos del denunciante sin considerar que si alguien salva la vida de otro poco importan los motivos que pudo tener, lo que importa es que salvó una vida.  Y aunque en muchas irregularidades no hay vidas en riesgo la metáfora sigue siendo válida.

Otro elemento cultural que obstaculiza la denuncia de irregularidades, es el individualismo, que desvirtúa el concepto de deberes.  Al menos en la cultura chilena, y algo claramente fomentado por el sistema económico, es la creencia conveniente de que la seguridad económica personal (extrapolado a la familia) es un deber y no una elección personal, por lo tanto se elige no sacrificar el éxito económico a cambio de no proteger un valor social.  Esta elección es catalizada por un sistema social, político, legal y administrativo que contribuye a que dicho sacrificio sea mayor de lo que debiera ser.  En el área de los delitos violentos esto se ve en la resistencia de las personas a denunciar o actuar como testigo de delitos, pero en esos casos el sacrificio personal puede ser la vida o la salud, no unos dólares más o menos.
Probablemente estas sean las razones por las cuales se acoge con tanta facilidad la calificación de que quién denuncia debe ser un “estúpido”, pero no porque sea intrínsecamente un “estúpido” sino por la proyección de las incapacidades de quiénes creen eso y carecen del coraje para levantarse y enfrentar las irregularidades, dejando de lado sus intereses económicos personales para cumplir su deber social.  
Así se suma a esa actitud, de esperar que sean otros quienes se ocupen de combatir las irregularidades, o el Estado, la tendencia a tomar partido con los denunciados, aislar al “estúpido” y matar al mensajero.   Mientras tanto nadie habla del mensaje, o sea, lo que realmente importa resolver.   Todo el mundo está más preocupado de la “idiotez” del mensajero.

Esta es la segunda área de una denuncia por irregularidades, el área de las represalias.
Aquí también hay campo fértil para que actúen los denunciados contra el mensajero, especialmente cuando el mensajero actúa sólo.  Nadie va a levantarse para ponerse al lado del mensajero porque lo que se enfrenta es una manada.   Y la manada tiene más opciones para implementar el tráfico de influencia.  Obviamente el tráfico de influencia no se publica en los diarios, y sería una gran ingenuidad creer que no ocurre, porque el principal interés del denunciado es acabar con el mensaje, en caso contrario habría enfrentado el mensaje abiertamente con su verdad.
Un trabajador que decide levantarse y denunciar una irregularidad se expone a una serie de riesgos como perder su puesto de trabajo, sus ingresos y la seguridad que eso proporciona.  También se expone a acoso laboral, aislamiento, discriminación, hostigamiento,  por parte de colegas o superiores, sin importar si su denuncia era válida o no, si los culpables fueron sancionados o no.  Muchos se ven forzados a cambiar de actividad o jubilarse al ser ingresados en una lista negra con lo cual les es imposible obtener trabajo.  Tampoco ayuda la hipocresía de algunos empresarios, que promueven la denuncia de irregularidades en sus empresas, pero activamente tratan de deshacerse de los trabajadores que hacen denuncias o evitan contratar a quienes han efectuado denuncias en otras.
Sin duda, se requiere coraje e integridad.  La historia de la humanidad está plagada de personas que se levantaron contra el abuso, unos más famosos, otros más anónimos, pero todos brillan en nuestra memoria como el lucero del alba, para que no nos quedemos dormidos.  Levantarse contra una irregularidad es un pelo en la cola comparado con lo que esos personajes tuvieron que enfrentar.

Al final, alguien que denuncia irregularidades no es ni héroe ni villano, no es alguien movido por motivos altruistas ni egoístas, sólo alguien que se ve envuelto en una cadena de eventos de los que no tiene control y no puede escapar porque tiene que hacer lo correcto.  Esto es un acto de virtud no de deslealtad, es un deber.  Los héroes hacen aquello que está más allá del deber.    Para un delincuente, quién lo denuncie siempre será un villano.  ¿Debemos dejar que los delincuentes nos digan que pensar o que hacer?

Kant dijo: “Aunque por una particular desgracia del destino o por la mezquindad de una naturaleza madrastra faltase completamente a esa voluntad la facultad de sacar adelante su propósito; si, a pesar de sus mayores esfuerzos, no pudiera llevar a cabo nada y sólo quedase la buena voluntad (…), aun así esa buena voluntad brillaría por sí misma como una joya, como algo que en sí mismo posee pleno valor".

Estimado lector, a usted que gentilmente se toma el tiempo para leer estas líneas, le dejo responder la pregunta: ¿Es un error denunciar irregularidades?


Eso sí, hay que distinguir:

¿La agresión de un colega es una irregularidad?  No, esta es una situación personal y en estos casos corresponde una queja por los canales regulares de la institución.

¿Si la autoridad de la institución no tramita la queja es una irregularidad?  Si, esta es una situación donde los canales regulares establecidos no se respetan, comprometiendo a la institución, su reputación, el estado de derecho y la confianza.



REFERENCIAS





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