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¿UN TITULO GARANTIZA LA COMPETENCIA DE UN TRADUCTOR?




¿Un traductor que tiene título de tal es mejor que uno que no lo tiene?
¿Un traductor con título puede traducir cualquier cosa?
¿Todos los títulos de traductor son iguales o garantizan lo mismo?

Todas estas preguntas se reducen a dos factores esenciales:
¿Las escuelas producen un “traductor competente”? y,
¿Un individuo que no va a la escuela puede ser un “traductor competente”?

Para responder a estas preguntas lo primero es establecer objetivamente que es un “traductor competente”. En el artículo ¿Qué es un traductor competente? he intentado describir los parámetros a considerar según lo definido por los expertos en el tema. Con esta información en la mano podríamos evaluar, por un lado, el grado de cumplimiento de los egresados de distintas escuelas con dichos parámetros, y por otro lado, el grado de cumplimiento de traductores que no fueron a la escuela. Nadie ha realizado un estudio semejante, y debido a su envergadura es probable que no se haga. Por lo tanto va a ser muy difícil sacar conclusiones y hacer generalizaciones por este camino. Sin embargo, podría ser un método apropiado para evaluar casos particulares.

Como en muchas profesiones, los primeros profesionales de la traducción no tenían título, aprendieron haciendo. Y así ha sido durante siglos. Antes de la creación de escuelas de traducción los traductores nacieron por necesidad. Una persona bilingüe, un profesor de idiomas, inmigrantes involucrados en el comercio internacional, aprendieron en forma autodidacta o guiados por otro traductor a formarse en los procedimientos de traducción (cómo resolver problemas de traducción). Si ellos pudieron hacerlo con eficacia y eficiencia, pasando a ser actores claves de negocios y relaciones entre gobiernos, no hay motivo contrario a que alguien pueda hacerlo ahora, teniendo las capacidades y oportunidades. De hecho, actualmente, y gracias a la Internet, los software libres, los foros internacionales de traductores y el afán de compartir experiencias, resulta aún más fácil desarrollarse en forma autodidacta como un traductor profesional. Recién durante las últimas décadas, con el devenir de la computación, Internet y la globalización, han ingresado al mercado las escuelas de traducción (aunque en Europa existen desde el fin de la Segunda Guerra mundial). Algunas se han creado alrededor de la honorable tarea de desarrollar la profesión hacia la excelencia, pero otras, lamentablemente, lo han hecho sólo porque es un buen nicho comercial, sacando provecho de los sueños de los estudiantes y produciendo un aporte más negativo que positivo. Junto con estas escuelas, y la globalización, han entrado al mercado otros actores como las empresas de software, los portales de mano de obra barata, las agencias de subcontrataciones, las empresas en “la nube” de aficionados, las asociaciones de traductores, e incluso las empresas de seguros, todos tratando de sacar una tajada a la torta, sin importar mucho la calidad del producto. Así, ya no es sólo la relación entre un cliente y un traductor con sus conocimientos, sino una serie de otros intereses creados.

En un mundo ideal, sólo los traductores con un título (o certificación) deberían ejercer. De tal forma que usted, buscando en la guía de teléfonos, tendría la certeza que dicho traductor es competente y que además está subordinado a una ética y controles profesionales que lo obligan a rechazar un trabajo en caso que esté fuera de sus capacidades, competencias o especialidad (tal como debería hacer un médico o ingeniero).

Pero la realidad es muy distinta:
Algunos autores1 citan los resultados obtenidos por traductores con título de traductor en exámenes de traducción (competencias de idioma y competencias de traducción) en el orden de un 41% de aprobación. Esto significa que un 59% de los traductores con título carecen de las competencias mínimas para ser considerados traductores profesionales (esto en el Reino Unido). En otros exámenes, como los de la ONU y la Comisión Europea, el nivel de fracaso alcanza un 90% o más1, 2, pero en estos casos no hay claridad sobre la proporción de titulados y no titulados en Traducción, ya que los requisitos para hacer los exámenes son distintos al del Reino Unido. Tampoco hay información de algún titulado en Chile que haya participado en dichos exámenes, pudiendo hacerlo. En Chile, el Colegio de Traductores e Intérpretes no examina las competencias de los traductores con título de traductor en su proceso de admisión, entran no más.

En la mayoría de las empresas de traducción, instituciones con experiencia en el área o que poseen divisiones especializadas en traducción, y organismos internacionales, incluyendo la Comisión Europea y agencias de Naciones Unidas, no se requiere de un título en traducción para ser aceptado como traductor profesional, basta con tener un título universitario en cualquier disciplina y aprobar un proceso de reclutamiento que incluye (generalmente) un examen de traducción y una evaluación de experiencia1 . La OCDE es una excepción ya que exige la posesión de una Maestría en traducción1. A nivel de gobiernos hay una enorme variedad de requisitos y Grecia es el único país que exige un Título en Traducción como requisito estricto1 (posiblemente los estudios conducentes a dicho título permiten tal requisito). En Australia, la organización certificadora de traductores3 sólo acepta un título de traductor que no ha sido expedido por ella, después de un exhaustivo análisis del contenido del programa de estudios, y tomando en cuenta el desempeño (notas) del postulante, y la no posesión de un título de traductor no es excluyente ya que hay otros medios para alcanzar la certificación de este organismo.

Otros datos que le podrían interesar sobre las escuelas de traducción en Chile (y sus títulos) los puede leer en el artículo Escuelas de Traducción en Chile.

Los principales factores de crítica que se pueden hacer a las escuelas de traducción chilenas son:
- Su enfoque comercial y prometer cosas que no pueden cumplir.
- No realizar un diagnóstico inicial del dominio de idiomas de sus potenciales alumnos, o establecer un nivel mínimo al ingreso.
- No establecer como exigencia un proceso de nivelación de dominio de idiomas.
- No realizar un diagnóstico o examen internacional de idiomas de sus egresados.
- Ofrecer la opción de traducción inversa sin entregar un dominio del idioma extranjero al nivel de sofisticación requerido.
- No publicar la cantidad de horas dedicadas a la enseñanza de los idiomas extranjeros.
- Promover la idea de que sus egresados una vez titulados pueden inmediatamente ejercer en forma independiente sin supervisión.

Por todo lo anterior, cuando un comprador de ChileCompra expresa lo siguiente: “Los traductores deberán tener título de tal, considerando que ese requisito constituye un hecho objetivo de que los traductores propuestos están capacitados para desempeñar la función de tales y a través de la cual el Ministerio resguarda recibir un buen servicio” es razonable esperar que un traductor competente se sienta ofendido ya que está siendo marginado por un prejuicio.

Por esto es importante que los compradores se asesoren adecuadamente, y por personas sin intereses creados, antes de establecer sus requerimientos.


REFERENCIAS

1.- Pym, Anthony (2012) Studies on translation and multilingualism. (Pgs.: 21-22)

2. Lafeber, Anne. 2012. Translation at inter-governmental organizations: The set of skills and knowledge required and the implications for recruitment testing. PhD thesis. Universitat Rovira I Virgili. Tarragona: Intercultural Studies Group. (Pg.4).

3.- NAATI





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